viernes, 2 de enero de 2009

Tarde




Corría el día con una prisa impaciente, parecía no querer esperar a la noche.
Mientras tanto las gotitas de lluvia caían felices en mi ventana como pequeñas perlas húmedas.
Yo miraba. El cielo no lucía tormentoso, simplemente aburrido, gris y aburrido. En el parque las flores sonreían coloridas como jamas las había visto antes. Nuevas, limpias, puras. El olor en el aire me llevaba a un lugar verde y alejado; ese olor a naturaleza y humedad típico de los días de lluvia.
La calle estaba absolutamente desierta; el calor y el agua habían alejado a todos los peatones. A pesar de ello veía a algún caminante pasar ocasionalmente, siempre triste y apurado. Con un ritmo característico de los habitantes del nuevo mundo.
Las corcheas y fusas dibujadas en las hojas daban la impresión de querer saltar de su lugar en el pentagrama, con ansias de convertirse en música por si solas sin necesidad de ser leídas.
Todo lo que me rodeaba presumía celeridad, ansiedad e impaciencia. No obstante, mi calma y tranquilidad poco características permanecían intactas.
Me recoste entretenida con el danzar de las figuras de mis partituras y simplemente me puse a pensar. Pensar en como todo había cambiado, pensar en las paredes de mi cuarto, pensar en las sombras de la lámpara, pensar en el tres de Mozart... Simplemente pensar.
Fugaz como un rayo un pensamiento se cruzo por mi mente.
Pensé en vos.
Rápidamente me incorpore y mire a mi alrededor. La lluvia había cesado para dar paso al sol, los autos circulaban en forma desmedida, las corcheas y las fusas lucían aburridas y estáticas, y hasta las flores habían perdido protagonismo. Todo había vuelto a la normalidad, incluido mi estado de ánimo.
Me paré y abrí la puerta del cuarto, bajé las escaleras corriendo y abrí la pesada puerta de entrada. El ruido me abrumó. Corrí y corrí hasta que no pude correr mas, entonces caminé, prendí un cigarro y trate de recuperar el paso. Me tropecé con una baldoza rota y me reí de mi torpeza, aunque rápidamente recordé mi objetivo inicial. Me había convertido en una nuevomunidsta mas, apurada y alterada.
El sol brillaba como nunca. Miré a mi alrededor y seguí caminando.
Hasta que llegué.
Y cuando llegué, caí en la cuenta de que era tarde.
El sol brillaba como nunca, pero en mi interior llovía... Como siempre.
Porque era tarde.
Porque el mercenario reloj de la vida me habái vencido nuevamente. Porque me di cuenta.
Porque te quiero... Pero era tarde.

No hay comentarios: