jueves, 9 de abril de 2009

Esperando

Apenas me tomé el ómnibus que me llevaría a mi casa me senté en un asiento de esos del montón y comencé a pensar en esa noche rara que estaba terminando para mí.
Estaba terminando por mi culpa; yo lo había decidido. Sin embargo ahora no podía evitar cuestionármelo. Me sentía culpable por lo que había dejado atrás, ¡pero sabía que tenía derecho a serlo! Estaba muy decepcionada... pero me sentía cruel... mala...

Fue entonces que lo ví desde la ventana, serio, esperando, sentado solo en un banco de la plaza abrazado a su mochila negra. ¿Qué esperaba? Todavía no sabía. Hacía media hora (¿o una hora...?) que nos habíamos separado en la parada, la misma en la cual yo había llorado sola aquella vez, cuando sentí que nuestra amistad se había acabado, hace tiempo ya.
Al verme a mí, sentada también sola en el ómnibus vacío -a no ser por el chofer, el guarda, y un par de tipos que dormían como si no pasara nada, porque esa noche realmente no pasaba nada fuera de mí- me sonrió, y la sonrisa le iluminó su cara, y la mía.
Ahí comprendí que todo iba a estar bien; que yo estaba bien; que él estaba bien. Quizás era eso lo que estábamos esperando ambos, sin saberlo.
Realmente no había perdido nada, porque no tenía nada que perder.

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