martes, 2 de octubre de 2007

Tango














Cuando ya se terminaron los aplausos y silbidos, y ya se corrió el maquillaje, y la pollera y el gacho cuelgan de una percha muerta, los fantasmas del arrabal bajan y se mimetizan entre las emociones.
Entonces sentís, sentís aquel amor perdido, frustrado, desgarrado. Sentís el whisky y el cigarrillo del viejo café. Y sentís esa voz ronca ronca que te da vuelta las entrañas de conmoción.
Y sos uno mas.
Cuando bajan las luces, y el escenario ya es un lugar remoto, entendés. Entendés todo. Todo lo que te paso, todo lo que no, y por qué. Dura poco, pero por un instante entendés.
Después del último cigarro te invade esa nostalgia indescriptible, y cada vez entendés menos. Y, bañado en lágrimas te vas, te vas y esperás. Esperás porque es lo que sabés hacer. Esperás porque no podés hacer otra cosa. Y la impotencia te duele, se te clava y te retuerce.
Hasta que escuchas otra vez la voz ronca ronca ronca que te llama para que subas otra vez.
Y nuevamente entendés, y lloras, y te vas, pero esta vez, entendés.

Ms. M

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